La capital de Camboya tiene, como otras grandes ciudades del sudeste asiático, unos atributos que la definen: caóticas durante el día, y muy animadas por la noche. Miran con optimismo al futuro pese a las cicatrices del pasado.
Destacan en la ciudad el mercado ruso, el trayecto fluvial por el río Mekong por los poblados flotantes, el majestuoso Palacio Real, la avenida Sisowath Quay.
Lo que no podemos evitar al hablar de Phnom Penh, es referirnos al genocidio, que hace ya 30 años, los Jemeres Rojos cometieron en nombre del comunismo. Dejaron tras de sí 1, 7 millones de cadáveres en cuatro años y un rastro de desolación el todo el país.
En los llamados campos de la muerte, centro de exterminio a 14 kilómetros de la capital, se asesinaron a más de 17.000 prisioneros. Hoy día, su monumento repleto de calaveras es de visita solemne obligada.
Si acaso, todavía más hiriente es el museo Tuol Sleng. Se trata de un antiguo colegio convertido en una prisión seguridad llamada S-21. Los lideres de Pol Pot lo convirtieron en un recinto de inimaginables tormentos y torturas.
Una de las atracciones más habituales, es pasear sin rumbo callejeando por sus mercados y callejuelas, ya que su tamaño es reducido.
Tiene una buena oferta gastronómica, debido a su herencia francesa.