La ermita de Conques, en el Valle de Benasque

La Ermita románico-lombarda de San Esteban de Conques está datada entre los siglos XI y XII, siendo uno de los edificios más antiguos de la Ribagorza (Huesca).

Según la historia, en este lugar se encontraba un antiguo señorío de rancio abolengo (descendiente de los Bardají) que poseía un castillo, derribado por Felipe II a finales del siglo XVI como respuesta a la rebelión altoaragonesa. La leyenda cuenta que el Rey, como venganza por la oposición recibida, ordenó rociar de sal los campos de cultivo para que quedaran yermos.

Las casas de Conques se utilizan actualmente como colonias de verano. A su interés histórico se añade además un emplazamiento idílico en cualquier época del año, rodeadas de la selva de Conques.

Se puede llegar al prado en el que está situada la Ermita después de un breve paseo de 20 minutos desde el embalse de Eriste (Grist) o bien, desde el cercano núcleo de Anciles (Ansils).

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De acampada por Kenia y Tanzania, como los exploradores "de verdad"

Como todos sabemos, Kenia y Tanzania son dos lugares más que turísticos pero, curiosamente, su oferta de alojamientos prácticamente se reduce a dos modalidades: Lodges de lujo y campings.
Aunque con la diferencia de nivel adquisitivo entre Europa y estos países algunos Lodges son bastante asequibles, nosotros optamos por la segunda opción en nuestro viaje por los Parques Naturales de Kenia y Tanzania. Decidios a acampar y disfrutar de la naturaleza lo más posible.

Debo decir en su defensa que algunos Parques tienen campings más que pintones, con cabañitas de estilo local y aceptables instalaciones, pero muchos otros sólo cuentan con zonas de acampada libre cuya concepción te deja, cuanto menos, perplejo. Y es que, una vez que has pasado por ellos, ya lo has visto todo en este sentido. De verdad.

Recuerdo con especial cariño un par de estas zonas de acampada: La del Lago Nakuru, tal vez porque fue la primera y me descubrió este particular concepto de alojamiento, y la del Serengueti porque allí nos pasó de todo.

La zona de acampada libre del Lago Nakuru

En el Lago Nakuru, nuestra llegada fue como sigue: íbamos en el camión viendo animales, y animales, y más animales y, de repente, un pequeño grupo de rinocerontes. ¡Genial!. Poco después, el primer grupo de jirafas. ¡Increíble!. Y, dos minutos después, el camión se para en mitad de la nada, y nos dicen que hemos llegado a la zona de acampada. ¡A cinco minutos de los rinocerontes, en mitad de la sabana africana y con un grupo de búfalos a cien metros!. No pude menos que preguntar cómo sabían que ese trozo de terreno era la zona de acampada y no cualquier otro, a lo que me respondieron señalando un par de cabinas de madera que resultaron ser los baños. ¡Todavía no me he recuperado de la impresión que me produjo aquello!.


Afortunadamente Andréu, nuestro guía, nos dio unas instrucciones mínimas de seguridad y no tuvimos ningún problema. Debe de ser que los animales también saben que el turismo es la principal fuente de ingresos de estos países y que, si dejamos de ir, los humanos los dejarán sin casa.

La “Puerta del Serengeti”

En cuanto a la del Serengeti, bueno... se supone que uno acampa en la “Puerta de entrada al Parque” que es exactamente eso, una puerta tipo Arco de la Victoria pero más sencillita, por cuyo interior atraviesa la carretera. Y ya está. Ni muros, ni verjas, ni nada. Una enorme puerta plantada en medio de la inmensidad de la sabana, con un par de barracones a lo lejos que es donde viven y trabajan los guardas del Parque.


Pero como es lo que hay, pues, a acampar toca. Montamos las tiendas, cenamos, hicimos un poco de tertulia y ¡Ala! A dormir. Pero, por lo visto, esa noche hubo movimiento en el campamento. Yo no lo vi, pero os lo voy a contar tal y como nos lo narró Saba, nuestro cocinero, quien, con excelente criterio, dormía en el techo del camión y tuvo billete de primera fila en este acto.

El caso es que, en mitad de la noche, nuestro reportero local y cocinero se despertó con el sonido de un elefante barrenando. Sorprendido, escudriñó el campamento hasta encontrar al causante de semejante ruido. Casi de forma simultánea, nuestro guía aparece por la puerta de su tienda, mira alrededor, comprueba que el ruido lo ha producido un ¿inofensivo? elefante y se enciende un cigarro que saborea tranquilamente. Al terminar, se da media vuelta y regresa a su tienda.

Pero aquí viene lo bueno. ¿Nadie se ha preguntado qué demonios estaba haciendo un elefante en mitad de nuestro campamento y porqué demonios había soltado semejante bramido?. La respuesta sólo la tenía Saba quien, tras ver al elefante, no había tenido ningún problema en descubrir a la leona que venía detrás ¡y que estaba a menos de 20 metros de nuestro tranquilo y fumador guía!. A mí me hubiese dado un ataque, pero nuestro proverbial cocinero lo único que hizo fue mondarse de risa y acomodarse para ver el resto del espectáculo.

Lo que viene a continuación fue breve pero intenso. La leona, que de repente se encuentra con unas mullidas y calentitas tiendas en medio de la fría noche, se recuesta en una de ellas y se dispone a echar una siestecita entre bostezos y gruñiditos de placer. No os quiero contar el pánico de los poco afortunados residentes del interior de la tienda elegida, que no sabían si rezar, gritar o llorar. Afortunadamente no hicieron nada de eso y, al rato, la leona continuó su camino sin que hubiera víctimas.



Para condimentar el resto del escenario y demostrar hasta que punto estamos todos para que nos aten, durante la cabezadita de la leona un par de despistados turistas tuvieron la osadía de salir de sus tiendas a hacer sus necesidades y regresar a ellas en la más profunda de las ignorancias.

Y, mientras tanto, ¿Qué hacía yo?. Dormía a pierna suelta sin enterarme de absolutamente nada. La primera noticia que tuve de tanta diversión nocturna fue el caos que me encontré por la mañana al salir de mi tienda. ¡Ver para creer! ¡Tanta animación y yo haciendo de bella durmiente! ¡No somos nadie!.

Acampadas realmente bucólicas

En realidad acampar de esta forma es realmente muy bucólico. Al anochecer se montan las tiendas en semicírculo, cerca de alguna de las escasas pero enormes acacias que todavía resisten en este inhóspito ambiente, y se enciende un fuego de campamento en el centro.

Mientras se montan las tiendas es imposible no desviar la mirada hacia las impresionantes puestas de sol que matizan los contornos de los pequeños grupos de herbívoros que pastan a lo lejos. El silencio es denso, mágico.

Tras el trabajo, una buena ducha para quitarse el polvo del camino, siempre que el alojamiento incluya agua corriente, cosa poco frecuente en las zonas de acampada pero, precisamente por ello, mucho más disfrutadas cuando se encuentran.

Puesto que preparar la cena para un grupo grande lleva mucho tiempo, se suele hacer de pinche y, de paso, confraternizar con el equipo local. Un poco de español, otro de inglés, unas lecciones de Swahili, y ante semejante campamento de Babel, que no Torre, muchas risas.

Cuando la cena está lista, unas sillas plegables acogen a los comensales sentados en círculo para comer e intercambiar anécdotas del viaje al calor del fuego de campamento.

¡Sniff! ¡Sniff! ¡Cuánto echo de menos estas acampadas!

NOTA PARA VIAJEROS CON SENTIDO COMÚN

Las tiendas de campaña son 100 % seguras en Kenia y Tanzania, repito, 100 % seguras, siempre y cuando se cumplan unas mínimas normas de seguridad tales como cerrar las tiendas por la noche y no salir de ellas sin una linterna.

De los miles de turistas que visitan los Parques de estos países cada año, menos de media docena sufren algún daño que es, mayoritariamente, debido a despistes, accidentes de tráfico y acciones irresponsables. Si dejas tu tienda abierta por la noche casi seguro que una hiena meterá su cabeza dentro, y si te bajas del coche en mitad de un Parque sin comprobar si hay animales cerca pues, habrá que apechugar con lo que te encuentres allí. Y ya si te bajas del vehículo para fotografiar mejor a un grupo de leones y uno de ellos pega un salto y te da un mordisquito, pues, bueno ¿qué esperabas? Es un león, no un lindo gatito.

Curiosamente, el animal que más muertes causa en estas zonas de África, tanto de turistas como de lugareños, no es el león, sino el hipopótamo, un animal sumamente tranquilo que sale a pastar por la noche a las orillas de los ríos, pero que se puede volver muy violento si, al amanecer te encuentra en su camino de vuelta al río, no por maldad, sino por miedo a quedarse aislado en una zona donde no tiene defensa posible frente a sus depredadores.


Todos hemos oído las historias de leones devoradores de hombres tan a menudo reproducidas en el cine, pero yo todavía no he oído decir que un león haya roto una tienda de campaña y sacado de allí a una persona. Contrariamente a lo que cree la mayoría de la gente, los animales no nacen sabiendo cómo hacer las cosas, sino que las aprenden del mismo modo que nosotros: Tienen que aprender cómo andar, qué comer, qué no comer, qué animales son enemigos y cuáles no. Del mismo modo, los depredadores se trasmiten las técnicas de caza de padres a hijos y, si no hay contacto entre ellos, estas técnicas pueden variar según la zona, aunque los leones cazan en grupo en todas partes y los leopardos lo hacen en solitario. Afortunadamente parece que, de momento, ningún depredador ha aprendido cómo abrir una tienda de campaña para comerse el contenido, para ellos debe ser tan solo una especie de extraña roca blanda y caliente.

Yo hice un viaje a... Kenia y Tanzania

Siempre he querido ir a África. Como todos los niños, supongo. Para ver los elefantes y los leones, a las jirafas con sus largos cuellos, y a los rinocerontes con su único cuerno. Recuerdo que, mientras estaba en la Universidad, una amiga hizo un viaje por Kenia y, cuando me dijo lo que le había costado, pensé que se iba a quedar como uno más de tantos sueños de juventud.

Sin embargo, años más tarde uno se echa una pareja zoóloga y viajera, mochilero para más señas, y en las primeras vacaciones juntos se plantea hacer un viaje largo dilapidando lo ahorrado en el último trabajo. Y..., ¿adivinan cuál es el destino que surge inmediatamente? ¡Por fin! ¡La Gran y Enigmática Kenia!.

En una agencia de viajes alternativos, que ya conocíamos, proponían un viaje perfecto para nosotros: camión y acampada, con el poco original pero idílico nombre de “Memorias de África”. Nada de 4x4 melena al viento, ni hoteles de lujo. La Naturaleza en estado puro en su propio lugar de origen. Una aventura en el más estricto sentido de la palabra. Bueno..., o por lo menos una aventura hasta donde la comodidad y nuestra pequeña mente burguesa lo permite.

Y lo fue. De hecho, hubo un momento en que me pregunté si no nos habríamos pasado con este viaje pero, teniendo en cuenta que estaba en mitad de la nada y a 3000 kilómetros de casa, decidí no indagar más en mis sentimientos y dejar la respuesta para cuando hubiese regresado sana y salva a la civilización. Hoy en día no me arrepiento. Fue el viaje más trepidante que he hecho en mi vida y lo repetiría sin ningún asomo de duda.

Aterrizando en el "África negra"

Nuestro viaje comenzaba en Kenia y terminaba en Tanzania, con una ampliación de tres días en la isla de Zanzíbar para disfrutar en la playa y recuperarse de los avatares del viaje. Es un recorrido bastante típico que realizan muchas agencias de viajes y que venden como la África de los grandes exploradores.

Puesto que esta vez íbamos en un viaje organizado, tan sólo teníamos que ponernos en el aeropuerto de Nairobi y esperar allí a nuestro guía. Dicho y Hecho. Tras doce horas de viaje, con escala intermedia en Londres, Andréu nos recogió a la salida del aeropuerto y nos presentó al que sería nuestro vehículo en esta larga aventura: el camión casero más pintón y mejor pensado que he visto nunca, el Kananga-móvil.


Junto con Andréu nos acompañaba el resto del equipo: Twaibu, el conductor, un tanzano siempre sonriente; Saba, el cocinero, con quien pasé grandes momentos pelando verduras y aprendiendo Swahili; y Aarón, el único keniata del grupo, que trabajaba como ayudante del guía y nos sirvió de gran ayuda en muchos momentos.


Por Kenia a todo trapo

Recorrer Kenia es todo menos rápido. Las carreteras son tan malas y están tan llenas de baches que, frecuentemente, los coches circulan por los laterales. Y eso siempre que no llueva porque, como rara vez están asfaltadas, si llueve mucho, más que conducción haces patinaje artístico.

Pero, ¿A quién le importa la velocidad en un sitio donde se te van los ojos de tanto cómo hay que ver? ¡Bienvenida la tranquilidad!. África tiene su propio ritmo.

En Kenia sólo visitamos dos zonas: el Parque Nacional del Lago Nakuru y la Reserva Nacional de Masai Mara pero ambos se bastan y sobran para deslumbrar por sí solos. El Lago Nakuru debe tener una de las mayores concentraciones de fauna del mundo en sus orillas. Cada 50 metros te encuentras con una manada de animales a cuál más grande y típico: antílopes, gacelas, búfalos, jirafas, ñues, rinocerontes... y unas pequeñas aves de la familia de las gallinas a quienes nuestro guía había bautizado con el poco prometedor nombre de “sugus de la sabana” ya que estos animalitos, suculentos e indefensos, son el plato favorito de muchos depredadores. Viajar por este Parque como primer destino de un viaje a África es adquirir una sensación absoluta de irrealidad a mitad de camino entre un zoológico y un libro de historia colonial.

Del Masai Mara qué voy a decir. Es la tierra de los Masais, esos chicos altos y delgados vestidos de rojo que aparecen en los documentales de la dos. Conocerlos es poco menos que trasladarse al interior de uno de esos documentales y convertirse, de un plumazo, en Miguel de la Cuadra Salcedo.


Por tierras Tanzanas

Tanzania tampoco se queda a tras en cuanto a espacios naturales. El célebre Parque Nacional del Serengeti, con su archifamosa sabana, es un lugar de obligada parada o, mas bien, de obligado tránsito, ya que está formado por 13.000 kilómetros cuadrados de sabana lisa y llana, donde el horizonte ocupa los 360 grados de nuestro campo visual produciendo una sensación de inmensa e indescriptible libertad. Contemplar el anochecer en este colosal paisaje, tumbado en el techo de un camión puede que no sea la imagen más romántica del mundo, pero es, sencillamente, brutal.

El Cráter del Ngorongoro es, por su lado, una maravilla de la geología reconvertida a edén en mitad del desierto. No hay otra forma de describir este antiguo volcán dormido mas que como un enorme cono situado en mitad de la nada. Porque eso es lo que es, un enorme cráter volcánico, de 3.648 metros de altura y algo más de 8.000 kilómetros cuadrados de superficie. Lleva tanto tiempo extinguido que se ha formado en su interior un enorme parque lleno de agua y bosques y, claro, animales para aburrir porque para eso esto es África. Lamentablemente, el acceso solo se puede realizar en 4x4 y, aunque hay estrictas normas sobre comportamiento frente a los animales, todo el mundo se las salta a la torera y no es extraño observar auténticos y vergonzosos acosos.



Para más información:
- Página oficial del Parque Nacional del Serengeti http://www.serengeti.org/
- Página oficial del Área de Conservación del Ngorongoro http://www.ngorongoro-crater-africa.org/
- Página oficial del Servicio de Vida Silvestre de Kenia dedicada al Parque Nacional del Lago Nakuru http://www.kws.org/nakuru.html

En ningún sitio mejor que... en el “Alby Lodge” de Cahuita (Costa Rica)

Hace unos años, leyendo literatura sobre viajes, me encontré con la siguiente polémica: ¿Por qué viajamos?, ¿Para conocer otras gentes y otros mundos?, ¿Para conocernos a nosotros mismos?. En aquel momento no encontré la respuesta pero, hoy en día, la tengo muy clara. Viajo para desenchufar del mundanal ruido de mi ciudad y evadirme de mi mundo. Para mí, no hay nada mejor que un buen viaje para olvidarse del jefe, los atascos, el día a día, y conseguir, por fin, un poco de calma. Por eso, me gusta visitar lugares inmersos en la naturaleza y, por eso, el año paso elegí Costa Rica.

Y no es para menos porque, antes de salir de viaje sumamos al cansancio acumulado durante todo un año de trabajo, las prisas por cerrar asuntos laborales pendientes, los preparativos del viaje, las ultimas compras, encontrar a alguien que riegue las plantas y cuide los gatos, etc., etc., etc. Y luego... el madrugón para coger el avión, cargar con unas maletas que pesan una tonelada, las esperas en los aeropuertos, las largas horas de vuelo, mucho café, una comida de pena... En fin, todo ventajas.

Pero aún hay más. Cuando por fin llegas a tu destino te esperan las interminables colas para las maletas, el pasaporte, los visados o papeles varios que nunca sabes exactamente para qué sirven, la nube de taxistas, guías, comerciales de agencias, representantes de hoteles, vendedores varios... Y todo esto en un sitio desconocido lo que, unido al “jet lag”, te hace sentirte mas perdido y despistado si cabe. Si encima no tienes hotel y te lanzas a la ciudad a buscar uno, llega un momento en que no puedes por menos que pensar: “es el último viaje que hago”.

Y, sin embargo, tras una noche de sueño mas o menos reparador, al día siguiente te levantas con la masoquista idea de continuar tu viaje. En nuestro caso, alquilamos un coche, nos chupamos unos cuantos atascos y cogimos carretera y manta hacia el Caribe, viaje que comenzó mal y continuó peor inmersos en una tremenda tormenta tropical que cortó árboles y postes de luz y electricidad y nos obligó a parar a mitad de camino.

Como comienzo de vacaciones no pudo ser peor pero, fieles a nuestro sin par espíritu de aventura, pero de dudoso sentido común y menos sentido práctico, continuamos de noche hasta nuestro destino, la ciudad de Cahuita en plena Costa del Caribe.

Cuando llegamos allí, la noche caía de plano. No es que Cahuita sea un sitio muy grande, de hecho tiene cuatro calles mal contadas pero, como dice el refrán, de noche todos los gatos son pardos. El caso es que, guía en mano, nos pusimos a buscar el alojamiento de nuestra elección entre la maraña de carteles que indicaban restaurantes, hoteles, bares y demás establecimientos de hostelería. Más por pura suerte que por otra cosa, por fin encontramos al final del pueblo una pequeña flecha que decía, sencillamente, “Alby Lodge”, y señalaba a un camino entre setos. Tres metros después está el paraíso.

El “Alby Lodge” es un pequeño complejo de cabañas familiares, situado en el extremo este de Cahuita, en un hermoso jardín tropical rodeado de setos naturales y palmeras. Tal es la frondosidad del marco vegetal que lo rodea que, una vez traspasada su puerta, da la impresión de que uno se ha “tele transportado” al mismísimo corazón de la selva.

El complejo consta de cuatro cabañas para huéspedes y otra que sirve como cocina de uso libre, sin contar con la de la propietaria, claro, que también vive allí. Las cabañas, pequeñas pero confortables, parecen recién sacadas de “Memorias de África”. Construidas enteramente de madera y paja, con mobiliario de madera maciza, destaca en ellas las amplias camas coronadas por enormes mosquiteros de gasa blanca. Al amanecer, el despertar está garantizado de mano de un nutrido grupo de monos aulladores que tienen la costumbre de alimentarse entre sus árboles. Es asombroso el ruido que puede llegar a hacer un monito tan pequeño. Y, durante el día, es constante la presencia de los colibríes y otras aves que vienen a alimentarse en sus flores.

Siempre que aterrizo en un sitio así durante mis viajes no puedo menos que soltar un profundo suspiro y pensar: ¡Gracias a Dios! ¡Por fin en casa!, expresión a la que inevitablemente, y a pesar de todos los pesares previos por muchos que hayan sido, acompaña el típico... “No entiendo cómo hay gente a la que no le gusta viajar”


Más información: http://www.albylodge.com/


AVISO PARA VIAJEROS CONSECUENTES
Contaminación de agua:
La mayor parte de los pequeños núcleos urbanos de Costa Rica no tienen depuradoras y algunos alojamientos ni siquiera poseen sistemas de canalización de aguas residuales. Los desagües van directamente al mar o al suelo. A pesar de todo, las playas están bastante limpias aunque los restos de detergente son visibles para cualquiera que se dedique a temas medioambientales. Si decidís visitar Costa Rica y podéis llevar detergentes y geles biodegradables mucho mejor para todos. En España se pueden encontrar en cualquier tienda de productos ecológicos, allí no es fácil comprarlos.

 
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