De acampada por Kenia y Tanzania, como los exploradores "de verdad"

Como todos sabemos, Kenia y Tanzania son dos lugares más que turísticos pero, curiosamente, su oferta de alojamientos prácticamente se reduce a dos modalidades: Lodges de lujo y campings.
Aunque con la diferencia de nivel adquisitivo entre Europa y estos países algunos Lodges son bastante asequibles, nosotros optamos por la segunda opción en nuestro viaje por los Parques Naturales de Kenia y Tanzania. Decidios a acampar y disfrutar de la naturaleza lo más posible.

Debo decir en su defensa que algunos Parques tienen campings más que pintones, con cabañitas de estilo local y aceptables instalaciones, pero muchos otros sólo cuentan con zonas de acampada libre cuya concepción te deja, cuanto menos, perplejo. Y es que, una vez que has pasado por ellos, ya lo has visto todo en este sentido. De verdad.

Recuerdo con especial cariño un par de estas zonas de acampada: La del Lago Nakuru, tal vez porque fue la primera y me descubrió este particular concepto de alojamiento, y la del Serengueti porque allí nos pasó de todo.

La zona de acampada libre del Lago Nakuru

En el Lago Nakuru, nuestra llegada fue como sigue: íbamos en el camión viendo animales, y animales, y más animales y, de repente, un pequeño grupo de rinocerontes. ¡Genial!. Poco después, el primer grupo de jirafas. ¡Increíble!. Y, dos minutos después, el camión se para en mitad de la nada, y nos dicen que hemos llegado a la zona de acampada. ¡A cinco minutos de los rinocerontes, en mitad de la sabana africana y con un grupo de búfalos a cien metros!. No pude menos que preguntar cómo sabían que ese trozo de terreno era la zona de acampada y no cualquier otro, a lo que me respondieron señalando un par de cabinas de madera que resultaron ser los baños. ¡Todavía no me he recuperado de la impresión que me produjo aquello!.


Afortunadamente Andréu, nuestro guía, nos dio unas instrucciones mínimas de seguridad y no tuvimos ningún problema. Debe de ser que los animales también saben que el turismo es la principal fuente de ingresos de estos países y que, si dejamos de ir, los humanos los dejarán sin casa.

La “Puerta del Serengeti”

En cuanto a la del Serengeti, bueno... se supone que uno acampa en la “Puerta de entrada al Parque” que es exactamente eso, una puerta tipo Arco de la Victoria pero más sencillita, por cuyo interior atraviesa la carretera. Y ya está. Ni muros, ni verjas, ni nada. Una enorme puerta plantada en medio de la inmensidad de la sabana, con un par de barracones a lo lejos que es donde viven y trabajan los guardas del Parque.


Pero como es lo que hay, pues, a acampar toca. Montamos las tiendas, cenamos, hicimos un poco de tertulia y ¡Ala! A dormir. Pero, por lo visto, esa noche hubo movimiento en el campamento. Yo no lo vi, pero os lo voy a contar tal y como nos lo narró Saba, nuestro cocinero, quien, con excelente criterio, dormía en el techo del camión y tuvo billete de primera fila en este acto.

El caso es que, en mitad de la noche, nuestro reportero local y cocinero se despertó con el sonido de un elefante barrenando. Sorprendido, escudriñó el campamento hasta encontrar al causante de semejante ruido. Casi de forma simultánea, nuestro guía aparece por la puerta de su tienda, mira alrededor, comprueba que el ruido lo ha producido un ¿inofensivo? elefante y se enciende un cigarro que saborea tranquilamente. Al terminar, se da media vuelta y regresa a su tienda.

Pero aquí viene lo bueno. ¿Nadie se ha preguntado qué demonios estaba haciendo un elefante en mitad de nuestro campamento y porqué demonios había soltado semejante bramido?. La respuesta sólo la tenía Saba quien, tras ver al elefante, no había tenido ningún problema en descubrir a la leona que venía detrás ¡y que estaba a menos de 20 metros de nuestro tranquilo y fumador guía!. A mí me hubiese dado un ataque, pero nuestro proverbial cocinero lo único que hizo fue mondarse de risa y acomodarse para ver el resto del espectáculo.

Lo que viene a continuación fue breve pero intenso. La leona, que de repente se encuentra con unas mullidas y calentitas tiendas en medio de la fría noche, se recuesta en una de ellas y se dispone a echar una siestecita entre bostezos y gruñiditos de placer. No os quiero contar el pánico de los poco afortunados residentes del interior de la tienda elegida, que no sabían si rezar, gritar o llorar. Afortunadamente no hicieron nada de eso y, al rato, la leona continuó su camino sin que hubiera víctimas.



Para condimentar el resto del escenario y demostrar hasta que punto estamos todos para que nos aten, durante la cabezadita de la leona un par de despistados turistas tuvieron la osadía de salir de sus tiendas a hacer sus necesidades y regresar a ellas en la más profunda de las ignorancias.

Y, mientras tanto, ¿Qué hacía yo?. Dormía a pierna suelta sin enterarme de absolutamente nada. La primera noticia que tuve de tanta diversión nocturna fue el caos que me encontré por la mañana al salir de mi tienda. ¡Ver para creer! ¡Tanta animación y yo haciendo de bella durmiente! ¡No somos nadie!.

Acampadas realmente bucólicas

En realidad acampar de esta forma es realmente muy bucólico. Al anochecer se montan las tiendas en semicírculo, cerca de alguna de las escasas pero enormes acacias que todavía resisten en este inhóspito ambiente, y se enciende un fuego de campamento en el centro.

Mientras se montan las tiendas es imposible no desviar la mirada hacia las impresionantes puestas de sol que matizan los contornos de los pequeños grupos de herbívoros que pastan a lo lejos. El silencio es denso, mágico.

Tras el trabajo, una buena ducha para quitarse el polvo del camino, siempre que el alojamiento incluya agua corriente, cosa poco frecuente en las zonas de acampada pero, precisamente por ello, mucho más disfrutadas cuando se encuentran.

Puesto que preparar la cena para un grupo grande lleva mucho tiempo, se suele hacer de pinche y, de paso, confraternizar con el equipo local. Un poco de español, otro de inglés, unas lecciones de Swahili, y ante semejante campamento de Babel, que no Torre, muchas risas.

Cuando la cena está lista, unas sillas plegables acogen a los comensales sentados en círculo para comer e intercambiar anécdotas del viaje al calor del fuego de campamento.

¡Sniff! ¡Sniff! ¡Cuánto echo de menos estas acampadas!

NOTA PARA VIAJEROS CON SENTIDO COMÚN

Las tiendas de campaña son 100 % seguras en Kenia y Tanzania, repito, 100 % seguras, siempre y cuando se cumplan unas mínimas normas de seguridad tales como cerrar las tiendas por la noche y no salir de ellas sin una linterna.

De los miles de turistas que visitan los Parques de estos países cada año, menos de media docena sufren algún daño que es, mayoritariamente, debido a despistes, accidentes de tráfico y acciones irresponsables. Si dejas tu tienda abierta por la noche casi seguro que una hiena meterá su cabeza dentro, y si te bajas del coche en mitad de un Parque sin comprobar si hay animales cerca pues, habrá que apechugar con lo que te encuentres allí. Y ya si te bajas del vehículo para fotografiar mejor a un grupo de leones y uno de ellos pega un salto y te da un mordisquito, pues, bueno ¿qué esperabas? Es un león, no un lindo gatito.

Curiosamente, el animal que más muertes causa en estas zonas de África, tanto de turistas como de lugareños, no es el león, sino el hipopótamo, un animal sumamente tranquilo que sale a pastar por la noche a las orillas de los ríos, pero que se puede volver muy violento si, al amanecer te encuentra en su camino de vuelta al río, no por maldad, sino por miedo a quedarse aislado en una zona donde no tiene defensa posible frente a sus depredadores.


Todos hemos oído las historias de leones devoradores de hombres tan a menudo reproducidas en el cine, pero yo todavía no he oído decir que un león haya roto una tienda de campaña y sacado de allí a una persona. Contrariamente a lo que cree la mayoría de la gente, los animales no nacen sabiendo cómo hacer las cosas, sino que las aprenden del mismo modo que nosotros: Tienen que aprender cómo andar, qué comer, qué no comer, qué animales son enemigos y cuáles no. Del mismo modo, los depredadores se trasmiten las técnicas de caza de padres a hijos y, si no hay contacto entre ellos, estas técnicas pueden variar según la zona, aunque los leones cazan en grupo en todas partes y los leopardos lo hacen en solitario. Afortunadamente parece que, de momento, ningún depredador ha aprendido cómo abrir una tienda de campaña para comerse el contenido, para ellos debe ser tan solo una especie de extraña roca blanda y caliente.

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